Las revoluciones del giroscopio mantienen su eje apuntando en una dirección. Mientras más rápido es su girar, con más fuerza apunta. El giroscopio es una metáfora de la reflexión. Dar vueltas a un tema nos da rumbo sólido. Cuando tenga una columna, se llamará así: giroscopio

¿Cuánto más tendrán que esperar? #GuarderiaABC

sábado, 7 de septiembre de 2013

Políticos de ida y vuelta




Publicado en www.lajornadajalisco.com.mx el 7 de abril de 2012
Para Alice, con quien converso, viajo y escribo
Existen dos estructuras narrativas opuestas y antagónicas. Apoteosis y apocatástasis. En la primera el protagonista sale de entre sus iguales y progresivamente se va haciendo diferente de ellos hasta que deviene un dios. Se vuelve completamente otro y superior. En la segunda se da “la vuelta a casa”; el protagonista sale de su entorno propio, se aleja de sus iguales, pasa mil aventuras y desventuras, y al final regresa siendo el mismo y diferente a la vez. Su regreso posibilita que cuente en primera persona lo que vivió.
Existen muchas pinturas tituladas “La apoteosis de…”. En ellas se ve cómo se brindan honores a un personaje o cómo se le incluye entre los dioses. Por otra parte, la literatura clásica está llena de historias “de una ida y una vuelta”: Ulises que va a la guerra de Troya y regresa después de que le pasa todo lo imaginable; Dante que explora el suprasensible buscando a su amada y muerta Beatriz; Alonso Quijano que sale de La Mancha en un viaje cuyo objetivo es mimetizarse con el más grande caballero andante que jamás allá existido, el Amadís de Gaula, y vuelve para contar cómo luchó con gigantes, sus conquistas amorosas y su experiencia siendo juez. El viaje de ida y vuelta es metáfora de la vida. Por eso la gran literatura nos sigue interpelando.
Todos hemos experimentado episodios de nuestra vida que podemos interpretar como apocatástasis: las reuniones familiares, el encuentro con los amigos de la prepa, la visita al barrio donde crecimos. La apocatástasis refuerza nuestra condición de igual a los otros, por ella comprendemos que a pesar de la historia personal, con los éxitos que pueda tener, siempre somos “uno más”.
La apocatástasis es indispensable para que pueda darse la democracia.
Cuando la historia de “una ida y una vuelta” tiene por protagonista al gobernante, nos enseña que cualquiera puede ocupar el puesto al frente del gobierno y que el gobierno en democracia actúa por la gente. La democracia es opuesta al gobierno del radicalmente diferente. El rey o el sacerdote —el endiosado— no forma parte del «nosotros» que constituye un régimen democrático porque su condición se superior lo coloca inmediatamente como único legítimo depositario del poder. La democracia comenzó cuando nos desembarazamos de los iluminados y nos comenzamos a ver todos como iguales y como los propios constructores de una vida mejor.
Los países con democracias consolidadas cuentan con referentes que les recuerdan que el gobernante sale de la gente, actúa por la gente y al final regresa con la gente. Felipe González, el conocido expresidente de España, es abogado. Cuando dejó su cargo, desempolvó su toga y su volvió a los tribunales a litigar. La película titulada “La Dama de Hierro” inicia mostrándonos a Margaret Thatcher como una anciana que cruza la calle para ir a comprar leche. Al regresar a su casa se queja con su marido de que subió de precio. Más adelante la película nos revela que en su juventud Thatcher fue vendedora en una tienda de abarrotes y siempre tuvo una fijación por conocer los precios de la canasta básica. Va una anécdota personal. Hace años leí una ponencia en un congreso sobre “Comunitarismo”. El congreso fue en Santiago de Chile. Al terminar de exponer se me acercó un señor de corbata y pelo blanco para pedirme referencias bibliográficas. Después de un rato me preguntó unos de los organizadores del congreso si sabía quién me había abordado. Me explicaron que era Christian Suárez, ex gobernador (intendente) del Maule, la rica región productora de los vinos chilenos. El señor era profesor de derecho antes de ser gobernador. Terminando su periodo, regresó a su cubículo, tomó plumones —o gises— y borrador, y volvió al aula a enseñar.
En México las historias son muy diferentes. La maestra de primaria que vivía en un departamento en La Merced logra el liderazgo de su sindicato y acaba viviendo en un departamento de lujo en una zona de lujo vistiendo ropa de oro. El gobernador del estado no regresa a su casa y a sus negocios, sino que ahora se pasea orondo en su castillo francés. El profesor de derecho que fue presidente, al terminar de gobernar, compra una colina desde ve para abajo a la ciudad capital y al país y le construye su mansión en la cima. No por nada en México se da el absurdo de que el concepto de “político” es opuesto al de “ciudadano”. Uno es dios, el otro un hombre común.
Dígame qué candidato de los que asolan con sus spots nuestros ojos y oídos en estos días ha prometido que al terminar su periodo volverá a vivir en su casa de siempre, entre los vecinos que lo conocen. Díganme qué candidato jura que al dejar su cargo volverá a trabajar como lo que es: profesor, médico, ingeniero, carpintero, albañil o lo que sea. Ese candidato tiene mi voto incondicional.

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