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sábado, 23 de enero de 2010

La 'ley de Dios' y la democracia. Publicado en Mural 23-I-2010

Opinión Invitada
23 Ene. 10

Carlos López Zaragoza


Hace unos días, en medio de la discusión sobre el matrimonio entre personas del mismo sexo, el Cardenal Norberto Rivera dijo que "la ley suprema y perenne es la ley de Dios. Toda ley humana que se le contraponga será inmoral y perversa, pues al ir contra su voluntad terminará por llevar a la sociedad a la degradación moral y a su ruina".

La declaración de Rivera esconde la idea que la jerarquía católica tiene sobre su relación con el Estado. Evidentemente, la jerarquía se considera por encima del Estado. Trataré de explicitar en detalle de dónde viene esa idea y las implicaciones que tiene.

En el Nuevo Testamento, palabra de Dios para los jerarcas católicos y para tantos otros, aparecen varios textos que, con una interpretación apropiada, derivan en la supuesta superioridad de la Iglesia sobre el Estado y consecuentemente en la superioridad de "la ley de Dios" sobre las "leyes humanas". Estos textos son los siguientes: "Todo poder viene de Dios" (Rm. 13, 1); "Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios" (Mt. 22, 15); "Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia. Lo que atares en la tierra será atado en el cielo, y lo que de desatares en la tierra será desatado en el cielo" (Mt. 16, 19). A ellos hay que sumar que los cuatro Evangelios reportan que Jesús se declaró Rey ante Pilatos, y que según Juan, además añadió en ese momento: "No tendrías ningún poder sobre mí si no se te hubiera dado de lo alto" (Io 19, 11).

La interpretación que la jerarquía católica ha hecho de estos textos no ha sido uniforme, aunque siempre se ha mantenido como principio general que "todo poder viene de Dios", porque el texto no deja lugar a interpretaciones. Esto implica que el poder del Estado también es divino, y evidentemente, pone un problema a la Iglesia.

¿Cómo relacionar el poder de las dos instituciones? El Papa Gelasio I (Siglo 5) trató de resolver la cuestión con su doctrina de las dos espadas. Según esta doctrina, Dios entrega dos espadas, la del poder temporal y la del poder espiritual. Para Gelasio y la curia romana de ese tiempo, las dos espadas son entregadas a la Iglesia y luego el Papa entrega la espada del poder temporal a los príncipes (léase: gobiernan mientras no hagan cosas que nos disgusten. Cuando las hagan, les reclamamos el poder que nos pertenece y administramos). Los gobernantes, a su vez, sostenían que recibían la espada del poder temporal directamente de Dios, sin mediación de la Iglesia (entiéndase, nuestro poder es divino también, pero independiente de la jerarquía). Las dos formas de interpretar tienen un concepto religioso del poder.

Durante siglos, la fe de los gobernantes permitía cierta administración del "poder temporal" (la expresión misma ya connota inferioridad respecto del poder espiritual-eterno) a la Iglesia. Menciono algunas formas en que esto se daba: A) Uno de los sacramentos era la unción (consagración derramando aceite en la cabeza) del Emperador. No se tenía plena legitimidad sin la unción papal.

Cuenta la leyenda que Napoleón, el último Emperador ungido por un Papa, arrebató la corona de las manos del pontífice para autoimponérsela y así simbolizar su libertad y autonomía.

B) Entre los símbolos heráldicos papales más destacados está la triple corona. Así como se oye, tres coronas encimadas una sobre otra. Se le ve en todos los escudos papales desde el Siglo 14 a la fecha. El último Sumo Pontífice que usó una triple corona física y real fue Paulo VI en su ceremonia de coronación (1963). La cuestión está en lo que representan cada una de las coronas: la primera, soberanía sobre los Estados Pontificios, la segunda superioridad del poder espiritual sobre el civil, y la tercera la autoridad del Papa sobre todos los príncipes cristianos. Durante siglos este ha sido el significado de la triple corona, aunque recientemente se ha dicho que representan los poderes de orden sagrado, jurisdicción y magisterio que tiene el Sumo Pontífice.

C) Desde 1925, el año litúrgico es culminado con la fiesta de Jesucristo, Rey del Universo.

Es más que evidente que en la teoría política del Cardenal Rivera y de la jerarquía en general no hay cabida para la democracia. Ni dentro de la Iglesia ni en el Estado. Primero deberían poner entre paréntesis aquel texto que dice que "Todo poder viene de Dios", y abrazar el principio democrático más básico y fundamental: el poder reside en la gente, viene de ella, y se presta al gobernante.

Gran problema. Hace mucho que tenemos bien claro que la democracia es la mejor, o la menos mala, de las formas de organizarnos.


www.twitter.com/carloslz Carlos López Zaragoza es Doctor en Filosofía y académico.

2 comentarios:

  1. Hola Carlos:
    Es la primera vez que te leo y no dudé en responderte. Estoy clara en lo que dices sobre el afán tanto de la Iglesia como de los "poderes temporales" de imponerse sobre los otros o establecer su superioridad sobre los demás (tan es así que incluso hubo secuestro de papas y ordenación de obispos y cardenales "a modo" del poder en turno), pero no me queda clara esa relación con las leyes moralmente válidas o reprobables.
    Todos tenemos diferencias de opinión con ambas partes (Iglesia-Estado) por diverdad razones pero me parece justificada y ponderable las afirmaciones del cardenal Rivera (y muchísimos otros) sobre la inmoralidad y perversidad de leyes que legalizan e incluso fomentan el aborto, la eutanasia, la adopción de niños por homosexuales, el reconocimiento de las uniones entre personas del mismo sexo como matrimonio y muchísimas más del mismo estilo.
    Creo que tu editorial habla más de la validez o no de los poderes y sus legislaciones o mandatos, pero en el fondo lo importante no es quién es superior, sino qué tan justas, verdaderas y humanas son sus fundamentos y disposiciones, ¿no crees?

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  2. Hola Eva:

    Evité tocar temas concretos porque sé que se pueden tener posturas razonadas en ambos extremos y si somos consecuentes con una lógica democrática, después de oír a todos solo quedaría votar y aceptar lo que se acuerde.

    El tema no es ese sino la postura desde la que la jerarquía católica pretende participar. En este país muchísima gente aún no tiene una actitud madura hacia ella. Se le concede el lugar superior que pretende tener.

    Si a esto le sumas que con un poco de perspectiva histórica queda claro que la Iglesia en México ha buscado más su propia supervivencia que el bien de la gente (en la independencia, del lado de España; en la intervención francesa, del lado de Francia; en contra de Madero y a favor de Huerta...) y que lo que menciono sobre la manipulación de los gobernantes con fe es actual (el cardena Rivera haciendo llamadas telefónicas para que quede en la CNDH alguien a fin, aunque menos calificado que el proabortista; el cardenal Sandoval aquí en Guadalajara dándole línea a legisladores locales de PRI y PAN...) se ve la importancia de lo que planteo.

    Creo que lo imperativo en el tema es que la gente le dé a los jerarcas el lugar que les corresponde: una voz más como la de cualquier otro en un lugar donde se reconoce la igual dignidad de todos. Nada más.

    Recibe un cordial saludo,

    Carlos

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